El caso de la banda de música

En mi pueblo tenemos muchas bandas de música, pero solo una oficial, la Municipal, que es la que sacamos para las fiestas grandes o cuando nos enfrentamos en algún evento deportivo a algún pueblo vecino. Es tan buena que solo por verla tocar, el equipo contrario pierde, porque si no ganamos, al ser del pueblo, se desmoralizan y no tocan. Llevamos una racha excelente. 

En la feria solían tocar todas las noches, pero hartos de no poder salir y montar en los cacharros, que es como llamamos a los cochecitos en mi pueblo, se enfadaron. Claro, la gente se liaba a pedirles bises, y terminaban a las 4 de la mañana, cuando la feria ya había cerrado. La gente de mi pueblo entiende mucho de arte y de música, pero no de empatía. El Alcalde, por llegar a un acuerdo, decidió que una noche de la feria podían ir a subirse a las atracciones, pero tenían que seguir tocando, y se acordó con los feriantes rebajar la velocidad de las atracciones para hacerlo posible. ¡Lo que gana el tren de la bruja cuando suena de fondo Bach y no Camela! 

Pero una Semana Santa estuvimos a punto de quedarnos sin la banda para siempre. La cosa fue así. La banda solía acompañar a todas las procesiones al final. Primero los penitentes, por medio los pasos, a continuación los tambores de la cofradía, si los tenían, y luego la banda. ¡Y anda que no tenemos pasos en mi pueblo! Tantos, que al final se repetían. Podías ver a Cristo entrando a Jerusalén tres veces seguidas. Al final te aburrías, y los turistas que venían a verlos se quedaban desconcertados. “Pero, ¿cuántas veces entró este señor en Jerusalen?”, se preguntaban. Claro, quedaba raro. Probamos varias soluciones durante varios años. La primera fue que si había tres pasos iguales, el segundo tenía que ir marcha atrás, como para dar coherencia a la historia: entra en Jerusalen, sale, y vuelve a entrar. A los penitentes se les dijo que solo el paso, pero ellos, tan entregados, decidieron caminar también marcha atrás y…entre el capirote, las velas y las túnicas, aquello terminó pareciendo la hoguera de San Juan. Otro año decidimos colgar un cartel que ponía “repetición de la jugada”, y se les obligaba a ir más despacio. Pero la gente se metía en el papel demasiado y hacían “ooooooooooohhh”, y que si el ojo de águila, y que si desde otra cámara…se perdía un poco el espíritu de recogimiento del momento, la verdad, así que se descartó esa vía también. Al final se decidió no repetir pasos, y meter pasos nuevos. Así, teníamos un paso después de la entrada que era “Jesús estirando las piernas después de llegar”, “Jesús y los apóstoles mirando menús antes de la última cena”, “los romanos buscando la dirección del Monte de los Olivos”…la verdad es que nuestra Semana Santa te cuenta una historia muy completa. 

Claro, con tanto paso y tanta procesión, más que semana santa parece que tenemos los 15 días de calvario. Si Jesús hubiese nacido en mi pueblo se le habría hecho largo, y posiblemente no habría pedido el perdón para los pecadores en la cruz. Más bien habría dicho “ni perdón ni leches, que habéis tenido 15 días para pensároslo, cabrones”. 

Total, que en el año de la historia, las primeras procesiones fueron bien. Pero a la tercera, la gente empezó a notar algo diferente. Como que le faltaba algo a la banda. Una mujer bajita, pero con el oído muy fino, dijo: “falta un POM POM o algo, ¿no?” Y al terminar la procesión, se acercó al director de la banda para decírselo. El director, que estaba hablando con el alcalde, se indignó. 

  • Señora, a ver si se cree que haber terminado el conservatorio y haber dirigido la sinfónica de Londres le hace a usted una entendida en mi banda. Hay que tener también un poquito de educación…
  • A ver, a ver…- dijo el alcalde mediando.- ¿Qué ha echado usted en falta? 
  • Yo diría que el bombo, pero ya dudo.
  • Hombre Alfonso- dijo el alcalde- es verdad que el man no ha pasado con la banda. 

El man es como llamábamos a Tinín, el del bombo, un chico bastante fuertote de unos 20 años, al que le encantaban los mantecados. Al principio le llamábamos “el mantecados”, pero lo fuimos acortando hasta llegar a man, y porque nos paró él. “Sois vagos hasta para faltar”, nos dijo, cuando veía que se quedaba sin mote. Y se quedó con man, que nos convencía a todos y le daba un aire internacional. 

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